Baby Consuelo había salido con el dinero justo para llevar a su hijo al cine. El muchacho estaba muy animado, y a cada momento preguntaba cuánto tiempo tardarían en llegar. Al parar junto a un semáforo, vio a un mendigo sentado en la acera, sin pedir nada. -Dale todo el dinero que llevas -escuchó que le decía una voz. Baby argumentó que le había prometido a su hijo que lo llevaría al cine. -Dáselo todo -insistió la voz. -Puedo darle la mitad, mi hijo entra solo, y yo lo espero a la salida -dijo ella. Pero la voz no quería discusión. -Dáselo todo. Baby ni tan siquiera tuvo tiempo de explicárselo al niño: paró el coche y le dio todo el dinero que llevaba al mendigo. -Dios existe, y usted me lo ha demostrado -dijo el mendigo-. Hoy es mi cumpleaños. Estaba triste, avergonzado de estar siempre pidiendo. Entonces decidí no pedir nada y pensé: si Dios existe, me hará un regalo.

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