Estaba escrito en la pared de una pequeña iglesia en los Pirineos: “Señor, que esta vela que acabo de encender sea luz y me ilumine en mis decisiones y dificultades. Que sea fuego para que Tú quemes en mí el egoísmo, el orgullo y las impurezas. Que sea llama para que Tú calientes mi corazón y me enseñe a amar. No puedo quedarme mucho tiempo en Tu iglesia pero, dejando esta vela, un poco de mí mismo permanece aquí. Me ayuda a prolongar mi oración en las actividades de este día. Amén”
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