EL AUTOBUS CON RUMBO DESCONOCIDO CAP. Del I al VIli






EL  AUTOBUS  CON  RUMBO DESCONOCIDO
Capítulo I
  Allí desde la parada del autocar, se ve a través de la ventana, a una chica, muy bella, que está observando a la gente que hay en ella, allí a lo lejos se ve acercarse al autobús, con el nombre Rumbo Desconocido.
  Hay una cantidad inmensurable de gente, que no sabe cuál será su destino, son personas trashumantes, que les gusta viajar y estar temporadas no muy largas en los parajes haya donde se quedan.
  Ella cierra los ojos, se pone a rememorar, viejos recuerdos felices  que pasó cuando iba de vacaciones con sus padres a su tierra natal.
  Empieza por evocar aquellos veranos en los que salía con su mejor amiga Raquel, cuando iban a la playa de Mogor, cuando de casualidad, por así decirlo, se encontraban a Carlos, uno de los hermanos de su mejor amiga, junto con Balagones, digo de casualidad, porque cuando ella llamaba por teléfono a su amiga para avisarla, siempre cogía el teléfono siempre lo cogía él, ¡Qué bien se lo pasaban!, jugaban al tenis, por así decirlo, pues ellas no sabían jugar, Carolina les dijo que no se rieran de ella porque no sabía jugar al tenis,- pero el reírse de gracia, con buena intención.-.
  También se acuerda de cuando estaban paseando por los jardines de Marín, la Alameda, de cuando lo veían a él junto con Balagones, a ella el corazón le palpitaba “a cien por hora”. Salía de casa ella, con un montón de cosas para comentarle a él, pero en cuanto lo veía la mente se le ponía en blanco. Lo recuerda todo como como si hubiera ocurrido ayer.
  Le viene a la memoria, el día que le comentó a Carlos, que cuando ella llamaba a Raquel por teléfono, que  él siempre lo cogía, Carlos, le respondía muy serio, que eso no era cierto, gastándole una broma, y que era su otro hermano, Emilio el que cogía el  aparato. Carolina muy segura de sí misma, le responde, que es él, el que lo coge.
Carolina- ¡Ya verás cómo mañana, cuando llame a tu hermana, verás cómo eres tú el que lo coge! Y efectivamente, así ocurrió, al día siguiente le narró a Carlos, sin enfadarse, ¡ves, como fuiste tú, el que cogió el receptor!, él sonrió.
  De pronto se oye llorar al bebé de Carolina, ella se dirige a su dormitorio, hacia la cuna, se tapa la nariz, pues Carlos, se ha hecho “pof, pof”, le quita el pañal, le lava el culete, acto seguido le espolvorea con polvos talco y le pone un pañal limpio, acostándolo una vez más en su camastro, para dirigirse hacia la cocina y hacer la comida de ellos y del bebé.
  Haciendo la comida una vez más vuelve a evocar más recuerdos, pero esta vez es de cuando iban a Louro a pasar quince días en la casa de su primo cura. Allí conoció a Pacucho y a Maríta, dos hermanos que son amigos de su prima Rosa.
Carolina rememora aquel día que fueron a casa de Marita, a buscarla, para que saliera con ellas, la madre de Marita, les abrió la puerta y nada más ver a Carol, le comentó, sin que ella le preguntarse nada, que Pacucho estaba escribiendo una carta a su padre,  Carolina, pensó para si, que a ella se le debía de notar en la cara que a ella le gustaba él, de aquella ella tenía 15 años y él uno más que ella. Llegado el verano siguiente, uno de los días, en que salieron su prima, sus padres, su primo cura, con ella,
Paseando por el paseo  marítimo, que estaba situado en la misma playa, observó, una pareja, ella rubia, regordeta de tez blanca como la nieve, que tenía un biquini , con el fondo blanco y flores grandes de color azul cielo, que no le pegaban nada a ella, el chico resultó ser Pacucho, ¿Qué guapo, por Dios!, la moza era una chica francesa, que tenía un perrito pekinés, que se lo dejaba a la madre de los amigos de Rosa, porque su madre era alérgica al pelo de los perros. –Encima de regordeta, le caía más gorda todavía a Carolina, porque había pescado al mozo que a ella le gustaba.
Carolina ha terminado de preparar la comida de los tres, ahora se dirige hacia su alcoba, para coger a su bebé y darle de comer sus papillas de verduras.
 Carlitos es rubio como su padre, con ojazos color azul turquesa, saló  igualito, igualito que su papa; y está hecho un tragoncete, pues le encantan mucho las papillas que le prepara su mamá, y sobre todo si llevan cereales. Se lo arrima hacia su hombro derecho, dándole unas palmaditas en la espalda, para que eructe, de pronto se oyen unos sonidos como gorjeos, es muy especial eructando, y se pone a cantar y de pronto se le oye  “futa”,
su primera palabra, Carolina, se emociona, y piensa que ojalá que estuviese Carlos en este mismo momento, ella lo sienta en la trona, pues ya tiene  un año, ¡que rápido pasa el tiempo!, exclama ella, se pone a prepararle el postre al pequeño, una vez que ha terminado , le va dando cucharada a cucharada, y aprovecha e intenta enseñarle a decir papa y mama, pero él ni caso , se pone a jugar, y a cantar, ella, se dice, bueno ya lo intentaré más adelante, pues  hasta en esto se parece a su Carlos.
Le cambia el pañal y lo viste arreglándolo para salir, ella después se vestirá, puesto que las tareas del hogar le ocupan mucho tiempo. Una vez que ambos están listos para salir, lo asienta en la silleta y se dirige hacia la entrada, abre la puerta y sale, cerrando como es normal la puerta con dos vueltas de la llave,pero antes de comprar, van paseando hacia el Arsenal militar donde trabaja Carlos, hoy le toca hacer guardia, por eso su amada le va a ver, va a estar con él un poco, pues después de comer  Carolina irá a pasar la noche con en casa de sus padres, por si surgiera algo, que su padre la pueda llevar en coche.
 CAPITULO  2
 Ya han pasado unos cuantos años desde que el bebé de Carolina cumplió su primer año, en total unos dieciséis, pero ella sigue inmersa en sus recuerdos, puesto que eso es lo que la mantiene con ganas de vivir, ya que uno de sus pilares, falleció hace unos cinco años y medio, y la persona mayor que tienen en su casa, no le satisface lo suficiente, pues por mucho que sufra por ella, o que quiera ayudarle, no va a conseguir que ella olvide el “daño “que le hizo con sus expresiones y su exceso de confianza, además de la forma de interpretar todo aquello que ella le comentaba, tampoco  le tiene rencor, simplemente es que todos esos comentarios no le hicieron ningún bien a ella, ni se los va a reprochar, Carolina seguirá teniéndole respeto y aprecio.
 Hoy es miércoles, día de mercadillo, pero ya no va, pero en su recuerdo están los miércoles que ella se acercaba por la mañana a casa de sus padres para estar un rato con ellos. Rememora  que antes de salir,  dejaba todo limpio y la comida preparada,
Le daba el biberón al benjamín de la casa, le cambiaba el pañal, y una vez arreglados los dos, salía y  ponía rumbo hacia la casa de sus progenitores. ¡Qué tiempos aquellos, tan felices, cuando no estaba con ellos doña pareceres, y que todos estaban bien!.
De esa época evoca cuando fue con sus padres al centro comercial el Cenit, a comprar una manta fina para su cama, y también que otra jornada también salieron hacia una mercería que está en unas galerías que están en la calle San Fernando.
. CAPITULO 3
Por momentos se acuerda de cuando su niño tenía dos años, de cuando le enseñaron el nombre de la calle de donde residen ellos, entre otras muchas cosas, ese día fueron a dar una vuelta a unos grandes almacenes que están ubicados cerca de su caasa, como a un cuarto de hora, caminando, se llaman Eroski, pero antes era Carrefur; pues bien cómo iba relatando, poco antes de salir de dicho local comercial, el benjamín, no hacía nada más que repetir, el nombre de la calle, diciendo: “yo quiero ir a Rambla Benipila”, así varias veces,  en vez de decir que quería ir a su casa. Ahora Carlitos, tiene diecisiete años, y va a segundo de bachiller, ¡hay que ver cómo pasa el tiempo!.
 Pues  este año por el mes de junio van han cumplir  diecinueve años que conoció a su esposo, lo conoció mediante una amiga, pues él es hijo de una amiga de la madre de su compañera.
Por aquella época ella daba catequesis en la parroquia a la que pertenecen sus padres, y ella, ¡normal!, en el Sagrado Corazón de Jesús (San Diego). Rememora cuando iba los miércoles de catequista, iba la mar de contenta y feliz de impartir dicha clase,
Su hermana le comento que si algún día fallaba una catequista, los niños de dicha instructora, los repartían entre las demás clases, y que le podía tocar alguno revoltoso, por así llamarlo, ya que ella también había impartido dicha enseñanza; porque Carol, se pensaba que todos iban a ser buenos. Ella les compraba, cromos, chuches como premio para los que se portaban bien y habían hecho los deberes en casa de dicha asignatura, pero como es de buen corazón, no era capaz de dejar a los demás niños sin nada, y entonces también se los  proporcionaba. Todos los miércoles salía con dolor de cabeza, como si le fuera a estallar, pero era de la tensión nerviosa, de la emoción y placidez que había sentido al dar dicha asignatura y de estar con los niños, que era su pasión.
Llego el día de Reyes, y ella y su novio, en la víspera, uno  de los días que salieron, les compraron, un sacapuntas, goma, regla, y un lápiz y se los empaquetaron, y ella al día siguiente se adelantó media hora para dejarles los regalos encima de la mesa, en el lugar de cada niño, luego bajo y los espero en la puerta, y les comentó:
que parecía que habían paso los Reyes Magos por San Diego y que les habían dejado unos regalos encima de la mesa;
uno de sus alumnos, Diego, le dijo que los Reyes Magos no existían.
Carolina le dijo: Que entonces si para él no existían los Reyes Magos, que no sabía quién había dejado dichos paquetes envueltos en papel celofán de colores, puesto que ella acababa de llegar hace poco. Subieron todos los alumnos y al entrar y ver en sus sitios un paquete, se asombraron ya que no se esperaban nada de eso, y también al observar que era verdad.
También evoca de dicho periodo, el día en que faltó una catequista, que a ella le toco uno de los revoltosos, era un gitanillo que a la vez era primo de una de sus alumnas, que se llama Luisa, ese día , el infante decía que él no quería impartir catequesis porque no iba hacer la primera comunión, y cuando se dirigía hacia la puerta del aula, todos sus alumnos querían ayudarla, se  enfilaron hacia la puerta para no dejarlo que se escapara. Dicha jornada fue muy movida. Ella se lo comentó a una compañera y esta le aconsejo  que se lo narrara al párroco,
y así fue como hizo ella, bajo a la oficina (no a la sacristía), y se lo comentó, él dijo que si volvía a suceder otro día que bajara con el niño. Pero ya no volvió a pasar, puesto que su catequista ya no falló más en ese tiempo.
Los nombres de dichos alumnos si mal no los recuerda ella, son: Diego, Raúl, Rubén, David, Luisa y Paula, le falta el nombre de uno que en este momento no se acuerda. Diego y Rubén eran uña y carne, pues Diego siempre se esperaba a que llegase su compañero Raúl, para copiarle los deberes, siempre estaban juntos.
Al salir de impartir la clase, siempre le esperaba su amorcito, para dar una pequeña vuelta y luego acompañarla a la casa.
CAPITULO 4
Hoy  mientras estaba limpiando la casa, a Carolina, le vinieron a la memoria, aquellas vacaciones de cuando veraneaban en casa de sus Tíos Concepción y José. Mezclándose con otras evocaciones de cuando su Carlitos, tenía dos años, de cuando habían regresado de sus veraneos de la playa, evoca uno de tantos días en los que salían los tres a pasear, y se paraban en la Alameda de San Antón, que está cerca de donde residen ellos, rememora cuando una vez sentados, el pequeño se dirigía siempre a la fuente, se mojaba las manos y se las restregaba
por toda la cabeza, ellos no se explicaban el motivo de por qué lo hacía, hasta que al cabo de unos días Carol, cayó en la cuenta de que estaba imitando a sus vecinos de enfrente de la playa, que tenían en la cochera una ducha para ducharse antes de entrar en la casa.
 Los recuerdos de sus vacaciones de los primeros veranos en casa de sus tíos Concepción y José, con sus primos y sus hijos, cuando se juntaban todos los domingos a comer con su otro primo y a la vez su padrino, junto con su mujer, la niña, la madre de África su hermano y un sobrino de su tía, junto con ellos cuatro y las dos hijas de su prima, hacían un grupo de dieciséis personas, si la memoria no le falla. Se sentaban a comer en la huerta, que estaba situada, entrando por la cochera, a la derecha, que había tres escalones, y a la derecha de ellos, estaba el gallinero y un poco más arriba, no mucho, es decir, al lado del corral estaba la porqueriza, entre la huerta y el corral estaba situada una mesa de piedra redonda, con el asiento igual, del mismo material; y en el huerto, estaba atada una hamaca, en la cual se tumbaba su tío, y a ambos lados de dicha hamaca, cuando tío, se tumbaba en  ella, a cada lado de él , se colocaban sus dos primas pequeñas, Laura y Alicia, una con el pelo rizado de color oscuro, de tez morena  clara, con mejillas sonrosadas y los ojos como dos guindas de chocolate, la pequeña salió igual que su abuelo, con el cabello rubio, de cutis blanco, mejillas sonrosadas como dos melocotones, ojos de color azul turquesa.
 También  evoca una anécdota de la pequeña, relacionado con el olfato, que cuando acababa de salir uno del baño de hacer una necesidad imperiosa; cuando a ella coincidía que a la vez que salía ese familiar del aseo, a ella también le entraban ganas de ir, bien, entraba ella , pero no acababa de salir del retrete, pasaban no muchas horas, pero si una hora entera, y ella no salía, nadie se explicaba, como es que aguantaba tanto tiempo con los efluvios que emanaban del baño, hasta que al cabo de unos días se dieron cuenta de que era el olfato que le fallaba.
De la casa de sus tíos, se acuerda que en la puerta que da a la cochera, tenían dentro en el hall, una escalera metálica de caracol, que era para no tener que salir los días de invierno, por las escaleras exteriores, pues dichas escaleras daban al piso de su prima; al igual que también evoca , cuando tenían el salón comedor, que en el tenían una vitrina en la que había caracolas y corales, y si no se equivoca, en la pared había, un cuadro de nudos marineros.
 También rememora cuando su tía, venía de la plaza y traía cigalas, y una de sus primas pequeñas decía que ella no quería bichos.

 Ayer fue a visitar a su padre, y los recuerdos de cuando su madre no estaba bien, le trataron de brotar, pero ella no quería estar triste, pues con su padre está mejor que con su suegra, que aunque es buena, también es una persona un poco o mucho, con una actitud negativa, pesimista, que no tiene término medio para nada, y para ella es un ente que quiere estar más en el pasado con los pies en el presente, y que sólo quiere creer lo que ella piensa, y que como le cuentes algo de lo que tú te acuerdes de algo y si ella no se acuerda, te llama mentirosa, o bien dice que lo has soñado o que te lo inventas, con tal de no reconocer que en ese momento no se acuerda, y si se lo comentas lo de que no se acuerda, te responde que ella está bien de la cabeza.
CAPITULO V   NAVEGANDO EN EL MUNDO DE LOS RECUERDOS
Carol, sigue acordándose de sus primos, y de un juego de pulseras, un semanario y una sortija, de plata que les hizo su primo Toño. Al igual que evoca la floristería que tuvo su prima  en Cantuarena, la tuvo más o menos hasta el año 1974 0 75, que luego más adelante, ya tuvo una tienda de ropa de novias y de complementos para prometidas, en el centro de Marín, al igual que Toño, tenía una joyería también en el centro de Marín.
Rememora cuando iban a la playa de Paxariñas, a la Paman, Loira o a Mogor cuando fueron a comer la sardinada, al igual que cuando fueron a Moraña, a la festa do cabrito al aspeto.
Mientras Carol, está preparando sus tostadas con mermelada y mantequilla, con su vaso de leche, le invadieron muchos recuerdos de cuando estaba soltera, de lo que tomaba en el desayuno y de la plancha para donde tostaban el pan para hacer las tostadas, a la vez evoca también cuando su madre hacía pan frito con azúcar, mmmm…¡Qué rico estaba!. También sigue perpetuando cuando vivieron en Mallorca, al igual que de cuando vivieron en las casas de marina de Cartagena, de cuando su padre estaba todavía embarcado, de cuando navegaban e iban a Canarias, el traía, las latas redondas de mantequilla con sal y sin sal, la leche en polvo, que cuando ella se preparaba el desayuno, después de echarse la cucharada de leche, cogía otra para tomarla, tal cual, ¡que rica estaba!, todavía le viene el sabor a la boca, también traía las pastas de té inglesas, que venían en una lata redonda, que ahora ya las ves aquí, si no son las mismas son parecidas. ¡que gratos recuerdos!.
Cierra los ojos y ve a su madre preparar la masa para hacer una empanada, ¡qué ricas las hacía!, también ahora su padre se ha hecho un fabuloso chef de cocina, pues las empanadas que él hace, no le tienen nada que envidiar a las que venden en las panaderías, pues son idénticas a las que hacía su madre.
Otros recuerdos que le aparecen son los de los colegios de Ferrol y de Mallorca, de cuando se acercaba el día de la madre, que unos días antes ya se ponían con las manualidades de bordado o de ganchillo. El primer regalo que le hizo a su madre estando en Ferrol, fue una libreta con los trabajos realizados esa semana, de aquella ella tenía cinco años; de los otros regalos que se acuerda son realizados en el colegio de Mallorca; unos tapetes realizados con anillas , con hilo de perlé se ganchillaba alrededor de las anillas, haciéndole la forma que te gustaba, o que decían las monjas como tenías que hacerlo, un tapete para la mesa alargado de tela como de saco, así la llamaban antes, no sé si es de lino, haciéndole como unas escaleras, que subían y bajaban, las últimas fueron las que le costaron más hacer, rememora, que un día Sor Margarita la castigo, al pasillo, porque no le salía uno de los “escalones”, y estando en el pasillo, pasaba una de las hermanas, que  apreciaba a Carol, y le pregunto Sor Rosario, el motivo del castigo, Carolina, se lo comento, y la hermana Rosario entro en el aula y hablo con Sor Margarita, que salió a la puerta y le levantó el castigo. También otros de los regalos de otro año, era un muñeco de peluche, entre un elefante que llevaba una alforja con dos bolsillos para poner en uno de ellos la cajetilla de tabaco y en el otro las cerillas, el otro peluche era Bambí, ella eligió ese último por dos razones, porque vio que era el más fácil de realizar y porque su madre no fumaba, en esa etapa, también su hermana le enseñó como tenía que hacer un elefante de peluche, y lo hicieron de color rojo, realmente era fácil, no era nada difícil, rememora que un día estando en el patio de la casa, su hermana también le indicó como hacer mariquitas de arcilla, y un guardacartas de cartón piedra forrado de tela. A la vez que evoca esos recuerdos, le vienen a la cabeza, los bichos bola que había en el patio, ya que allí tenían un limonero y un naranjo, y dichos bichos salían de la tierra de las jardineras donde estaban los frutales, le hacían mucha gracia, eran negros, y cuando los tocabas se enrollaban haciéndose una bola para defenderse.
Otros recuerdos, son los de cuando estaban en Marín, de cuando paseaban entre las huertas y los riachuelos de los regadíos, en los que había mimbieiros o mimbreros (de la familia de los sauces, de cuyas ramas finas sale el mimbre),  que cojian las ramas de dichos árboles, al llegar a casa, las ponía en remojo en la bañera y por la tarde del día siguiente, le quitaba las cortezas, en esa etapa también aprendió como hacer cestas de mimbre, observando como las realizaba su hermana, acto seguido en una luterma redonda, la perforaba alrededor, y luego colocaba las varas introduciéndolas en las perforaciones, y una vez colocadas todas, las siguientes las entrelazaba entre las varas perpendiculares, con las que le sobraba hacía una trenza, que una vez terminada, la doblaba, y en cada extremo le ponía pegamento, y la colocaba uno en cada lado de la cesta, una vez que estaba seco, lo barnizaba.

De otras manualidades realizadas para el día de la madre, eran unos posavasos realizados con cordel, y el último que recuerda de Mallorca es un gorro y una bufanda granate, realizada a ganchillo.
 También su hermana en Cartagena por el año 1973/74 le enseñó a hacer el punto de cadeneta, con el cual hizo dos tapetes individuales.

CAPITULO VI
Carolina sigue recordando, pero esta vez son recuerdos ni muy lejanos, ni muy cercanos, pues han sucedido de unos trece años para aquí. Mientras está preparando la cama de su hijo, mientras él está estudiando hasta las doce y media de la noche, le viene el recuerdo de cuando cumplió el año del fallecimiento de su madre, desde el día que murió. Desde ese mes de junio, ¡dichoso mes y año!, rememora cuando venían a comer su padre a su casa, era feliz y sigue siéndolo, viéndolo bien y disfrutando de estar con él y de que vaya a comer a su casa , una vez estando todos juntos alrededor de la mesa, comiendo, ella era como si estuviera viendo a sus padres, le bastaba con cerrar los ojos, pero aun sin cerrarlos, seguía viendo a su madre, que no era ella, era su persona, pero no la que era antes, ¡dichosa enfermedad, es que no le bastaba con la artrosis!, -pensaba Carolina-, llorando en su interior, y fingiendo que no sufría de verla así y de que se estaba yendo poco a poco, lo hacía para que no sufrieran sus padres y sobre todo su madrecita del alma; ella la echaba de menos, ahora igual, para ella  era como si estuviesen los dos, esos domingos que su padre viene a comer, puesto que para ella su padre es a la vez el recuerdo de su madre también. Durante ese periodo, de no estar su madre, los domingos, cuando se marchaba su padre, a ella era como si la casa se le viniera encima, porque tenía ganas de darle patadas a todo y de llorar y no sabía porque. Ella al poco de marcharse su padre, se arreglaba y salía sola, porque no podía más, le hubiera gustado que Carlos saliera con ella, pero dio la casualidad de que no podían dejar sola a su suegra, ella por el camino le iba pidiendo a Dios de encontrarse a sus tíos; Dios le concedió ese deseo, y desde ese día le da  gracias a Él, porque durante ese año en que su madre se fue, casi todos los días coincidía con ellos, gracias a ellos, los paseos y el haber hablado con ellos, no se sintió triste, y halló consuelo con sus padres adoptivos (sus tíos). Lo mismo sucedió ,al cumplir el año de la muerte de su madre, puesto que coincidió con lo de la operación de su suegra con lo del marcapasos, que a Carlos le daba la impresión de que su madre se había deprimido y de que no lo iba a superar, estaba muy equivocado, de depresión no tenía nada, tan solo era como rencor, pues el postoperatorio, esos quince días después, se nos hicieron una eternidad, pues no hacía nada más que echarte en cara que ella no quería que se lo pusieran, y que fuimos tontos al dejarnos convencer, cuando Carolina se mantuvo callada cuando se lo comento el médico, ya que Carlos esa mañana había ido a casa a asearse y a desayunar, Carol cuando llego su marido, le comento lo que le dijo el médico; como iba relatando Carol ese año, también  tuvo que salir sola, y seguía con la depresión, ya que a Carlos le daba pena ver a su madre como deprimida, claro que Carolina no lo demostraba, y si se lo notaban, como le comentaron tiempo atrás, les parecería que estaba enfadada, al verla normal y sería, y de eso hay mucha diferencia, pues nunca ha estado enfadada, lo único nerviosa, puesto que a ella el enfadarse o disgustarse no le sienta bien al igual que los comentarios negativos = pensamientos negativos y  pesimistas sobre ella, que le ha oído decir a su suegra, que en vez de ganar puntos positivos con ella, ha hecho queriendo o sin querer todo lo contrario para no caerle bien; otra vez tenía que salir sola Carol, y de nuevo volvió agradecerle a Dios  y a nuestro Señor, y a la vez a sus tíos ,el volver a ver a sus tíos, ellos fueron los que le comentaron que era depresión lo que tenía; al igual que cuando vivía su madre casi siempre se los encontraba cuando venía de vuelta de ver a sus padres.
Se acuerda de cuando estuvo en el tanatorio, de que solo hayo consuelo en las palabras de sus tíos, de su prima Elisa, y de su hermana; y desde ese día empezó a adoptar a sus tíos, a su tía, y a una prima de Mallorca, como sus padres adoptivos, y a sus primas de Marín, de aquí y a las de Almería y a otra de Mallorca, como sus hermanas mayores. Ya que el consuelo que le dio su suegra, no le Consuelo en nada, ya que lo de la ropa ya lo había pensado ella hace tiempo, y eso no era consuelo para ella.

CPITULO VII.- EL AUTBUS CON RUMBO DESCONOCIDO
NOSTALGIA Y TRISTEZA
Desde el jueves pasado Carolina está apenada, porque se ha ido para siempre la madre de una amiga la que ella quería como si fuera su madre; desde que su madre murió, en Loli,- la madre de su amiga-, veía en ella reflejada a su madrecita del alma. Se acuerda que todos los veranos en la playa, los ojos siempre iban buscando a su segunda madre, pero al dejar de ir los padres de su amiga , algo en su interior le decía, que ya no los vería mas allí. Y se le ha ocurrido dedicar desde aquí, a esas tres personas, que ya no están, una poesía, a esos tres seres tan especiales para ella.
A la vez Pero si quiero quiero ver
y no quiero fotos vuestras,
ver porque no quiero
películas, olvidarme de vosotros.
vuestras, Tengo miedo de olvidarme
porque voy ha llorar, de vuestra voz,
quedándome de vuestra cara,
con las ganas estoy aunque hay algo en mi interior,
y deseando de verlas, que me dice,
porque quiero recordar que nunca me olvidaré
como si todavía .de vosotras tres.
siguieseis aquí.
Para su segunda madre:
Si antes te quería, Ahora,
ahora te quiero el alma mía,
mucho mas, está dividida en dos,
desde que mi madre a la vez que mi corazón,
se fue con Dios, ambas se han "roto"
en mi interior mucho mas de lo que estaban,
te adopte al no poderos
como si fueras mi madre, deciros a las dos
y te empecé a querer a ti lo mucho que os quería,
mucho mas ni tampoco pude despedirme
de lo que te quería. de vosotras dos.
Recuerda que unos meses antes de ingresar su madre en el hospital,
le comentó, que ella siempre la llevaría en el corazón y en la memoria;
y que estando ella el último mes de su vida en el centro hospitalario, su madre le cogió su mano y se la acercó a la frente y al corazón, preguntándole si se iba acordar de ella y si la iba a llevar en el corazón,
Carol, le respondió: ¡claro, que sí, miña reina, mi princesa, mi tesoro, miña naisiña del alma querida!, cierra los ojos, y es como si la estuviese viendo en este momento.
A su otra madre no se lo pudo decir, pero ella no perdió la oportunidad, pues cuando iban sus sobrinos a ver a su abuela, ella le decía su sobrina,
que le dijera a sus abuelos, que ella los quería como si fuesen sus segundos padres; aunque a ella le hubiera gustado podérselo decir como a se lo dijo a su madre.
Ahora cierra de nuevo los ojos, y ve al pobrecillo de su segundo padre llorando, allí en la misa, y a ella le están cayendo las lágrimas de los ojos,
no lo puede remediar.
CONTINUACION DEL CAPIULO VIII
EL AUTOBUS CON RUMBO DESCONOCIDO
"NOSTALGIAS"
El hijo de Carolina ha ido de excursión con sus amigos a celebrar el cumpleaños de uno de ellos, a un parque temático,  Carol empieza ha rememorar aquella época de cuando se juntaban sus tíos y sus padres con ellos para ir ha comer, para reservar las mesas, su padre las llevaba primero a ella y a su hermana, porque sino cuando llegasen a medio día ,de aquella, no quedaba ninguna mesa, luego llegaban sus padres y sus tíos con la comida, que era, filetes empanados, ensalada y tortilla de patatas. El parque antes estaba muy diferente a como esta ahora, puesto que no tenía las atracciones que le han ido poniendo  hará unos dos años, y  todavía faltan por poner, pues tienen previsto terminar en el 2015, dicho parque se llama Tentegorra, y esta en los Canales del Taibilla, a dos km de donde vive ella.
Carolina rememora cuando iba con su mejor compañera y amiga Rosario y sus hermanos, a ese terreno. Era todo cuesta arriba, pues tienes que subir una montaña, ambas amigas  cuando llevaban algo así como un km, andado, tenían que sentarse, y eso que de aquella tenían 16 años, ¡era cuesta arriba!, mientras que los tres hermanos de su amiga no paraban de jugar, de aquella tenían, el pequeño seis años, Juani tenía 10 años, y Carmen trece; a la vuelta ya todo era cuesta abajo, pero todavía les quedaba algo así como una medía hora mas, para llegar a su casa y al colegio donde estaba interna, cuando llegaban se quedaban asombradas, porque los hermanos de su amiga seguían con ganas de jugar y correr, mientras que a ellas no les apetecía nada de eso.

 El año pasado estuvo leyendo un diario, de cuando ella tenía quince años, donde estaba anotado, cuando ella vivía en las casas de marina del Paseo Alfonso XIII, que desde ahí se iba a casa de sus tíos, que vivían en las de oficiales, estaban bastantes retiradas de donde vivía ella, como iba relatando, andando, tanto a la ida como a la vuelta, a no ser que fuera en invierno y como anochecía pronto , entonces cogía a la vuelta el autobus,se acordaba de cuando salían su prima y ella, que unas veces salían a pasear, y otros domingos iban al cine; había días que ella le comentaba a su prima Rosa, que le gustaría que saliese con ella en su pandilla en el lugar de otras dos amigas de su pandilla que no le caían nada bien. También rememoró el año 1977, cuando el hermano de otra de sus mejores amigas de Marín, juraba bandera, su prima Rosa le maquilló y le peinó las pestañas, fueron ambas a la jura de bandera, pues a su mejor amiga la había invitado la novia de su hermano.

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